El tren salió a la velocidad del incomprensible deseo de la libertad. Poco a poco se alejaba de Amsterdam, me ubique en el segundo piso del vagón de la mitad donde únicamente se escuchaba el frio ruido del silencio. Después de una hora, todo seguía igual, el tren andaba cada vez más lejos de la capital pasando junto a un enorme lago, por pueblos desconocidos para este forastero macondiano.
Luego de dos horas eternas y 45 minutos fugases, debía transbordar. Pase al otro tren, alejándome de la civilización y perdiéndome en un bosque oscuro. Viaje durante 30 minutos más, finalmente llegue a la estación donde aún me esperaba un trayecto en bus para Ter Apel. La tarde ya se perdía en la horrible noche.
Al subir al bus conocí a Michel de Bosnia. Sus brazos tatuados, con una barba imponente, su mirada de guerrero, calvo y moreno lleno de cicatrices, de 34 años de edad salió de la guerra con su esposa y dos hijos rumbo a Ter Apel. Sin embargo su fuerza se veía reducida a la tristeza del ser. La guerra de Bosnia fue un conflicto internacional que se desarrolló en la actual Bosnia y Herzegovina del 6 de abril de 1992 al 14 de diciembre de 1995. Fue causada por una compleja combinación de factores políticos y religiosos: exaltación nacionalista, crisis políticas, sociales y de seguridad que siguieron al final de la Guerra Fría y la caída del comunismo en la antigua Yugoslavia.
Las guerras yugoslavas fueron una serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001. Comprendieron dos grupos de guerras sucesivas que afectaron a las seis ex repúblicas yugoslavas. Se han empleado términos alternativos como la guerra de la antigua Yugoslavia o guerra de los Balcanes.
Las guerras se caracterizaron por los conflictos étnicos entre los pueblos de la antigua Yugoslavia, principalmente entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses por el otro; aunque también en un principio entre bosnios y croatas en Bosnia-Herzegovina. El conflicto obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a la tensión religiosa y étnica.
No obstante, lo que no menciona la historia pero se encuentra reseñado en medios como el periódico el Pais de España es la profunda riqueza de petróleo que hay en la zona. Según el periódico, la imposición del embargo internacional, incluido el embargo petrolero, creo en Yugoslavia (Serbia y Montenegro) una nueva fuente de riqueza: el contrabando de hidrocarburo.
Centro de acogida Ter Apel
De acuerdo con fuentes de la Union Europea Más de 140 000 personas procedentes de la Krajina se han refugiado en Serbia-Montenegro, unos 15 000 serbios de Bosnia se han desplazado hacia la región de Banja Luka; más de 50 000 personas de las minorías croata y bosnia han sido expulsadas de la región de Vukovar y del norte de Bosnia.
Michael hace parte de las estadísticas y por supuesto me narro la hazaña de su vida, con su mal ingles me dijo: es increíble haber logrado llegar a Ter Apel, para proteger la vida de sus hijos y su esposa. Atrás de cada uno de estos refugiados, hay una historia, un conflicto, una guerra, miles de muertos, un gobierno, grupos económicos y mucho petróleo.
El largo y viejo bus andaba a paso lento refundido entre la espesa neblina. Los arboles cambiaban de color bajo la lluvia pasajera, observe entonces en los puestos del bus a dos iraquíes y un africano en silencio quienes observaban el incomprensible mundo perdido en el blanco aire espeso del exilio.
Fotografía tomada por Daniel Mejía Lozano
En las manos del refugiado bosnio una bolsa negra con una caja llena de cuchillas, era su encargo, el bus andaba, yo inmerso en esa realidad apreciaba y respiraba cada segundo hecho horas.
Entonces llego a la parada, un lugar lejos de todo y cerca de nada. Era muy oscuro, solo unas luces se veían al fondo custodiadas de policías, no había nada cerca, el lugar era grande pero además totalmente encerrado, aislado, perdido en el desierto inhumano del absurdo moral llamado, refugio.
Bajaban con la cabeza agachada, resignados a su resignación, tristes en su tristeza, perdidos en sus miedos, solitarios en la multitud desolada de la guerra. Caminamos lentamente a la recepción de lo desconocido, al túnel negro, al nefasto espacio irracional donde se sacrifica la libertad para conservar la vida.
Habitación asignada a Daniel en el centro de acogida ter Apel Holanda
Entonces llego la hora del registro, ingresamos a un cuarto aislado donde teníamos que dejar el equipaje, la computadora y el celular. Luego de una rigurosa requisa pasamos a una sala de paredes pintadas de un blanco infinito.
En la pared había un televisor con la película del rey león, cinco niños menores de ocho años de edad veían la película concentrados en el olvido. El más pequeño lloraba de vez en cuando, cada dos horas un alto hombre gordo con barba y uniforme pasaba entregándonos una caja de leche, pan y queso.
El reloj parecía no trabajar esa noche, el cansancio, frío y la oscuridad hacían indescriptible la incertidumbre de no saber cuál sería el próximo paso. Finalmente después de una larga espera escuche Mejía Lozano.
Camine a la ventanilla donde me tomaron una fotografía, tomaron mis huellas dactilares, me preguntaron por mi país de procedencia y luego me entregaron este documento que sería mi nueva identidad como refugiado en Ter Aple.
Es poco lo que los medios internacionales publican sobre este tema, el artículo de mayor impacto tiene que ver con el suicidio de uno de los refugiados quien quería regresar a su país. En la edición del periódico el mundo se publicó: “Son hombres, mujeres y niños sirios, iraquíes, afganos, eritreos y de otras tantas nacionalidades. Conviven en centros de acogida a los que bien podrían llamárseles cárceles si se considera que varios agentes de seguridad patrullan sus perímetros las 24 horas del día. Todos han recorrido un largo camino hasta llegar a Europa, donde ahora la ley no les permite volver a sus países. Pero tampoco les permite trabajar. Oficialmente figuran como ‘solicitantes de asilo’, aunque en la práctica se debaten entre la esperanza y la frustración. La frustración es, precisamente, la que ha ganado la partida a un refugiado iraquí de 30 años. El pasado sábado se ahorcó en su habitación del centro de acogida de la localidad holandesa de Alphen aan den Rijn, a unos 60 kilómetros de Ámsterdam, dejando viuda a su mujer y huérfanos a sus tres hijos.
Todos ellos se quedaron en Bagdad cuando el refugiado, cuyo nombre no ha trascendido, tomó la decisión de emigrar a Europa para darles un futuro mejor. Así lo ha relatado el diputado de la Unión Cristiana Joël Voordewind, que en la mañana de este lunes ha visitado Alphen aan den Rijn para conocer de cerca el caso.
«El hombre [fallecido] había viajado hasta en tres ocasiones al centro de registro de Ter Apel con el objetivo de recuperar su pasaporte para poder regresar a Irak», ha explicado Voordewind. Según el diputado, el iraquí quería volver porque «su mujer le había pedido por teléfono que lo hiciera; tenía que ayudarla con los niños».La difícil convivencia en el centro. Unos 1.140 solicitantes de asilo pasan sus días en este centro, que fue escenario de disturbios tras conocerse el suicido del joven iraquí.
Akram Shawki, portavoz de la fundación Esperanza para los Refugiados, que asiste en la localidad, ha denunciado ante los medios locales que ya se habían registrado varios intentos de suicidio en su interior. En su opinión, esto es debido a que «los refugiados no pueden labrarse un futuro mejor trabajando, ni tampoco pueden ganar dinero». Este espacio de acogida ya captó la atención de la sociedad holandesa en diciembre, cuando varios solicitantes de asilo tuvieron que ser reubicados en otro de Róterdam tras haber sido amenazados a causa de su orientación sexual por sus compañeros.
Además de visitarlo, Voordewind ha adelantado que su partido registrará preguntas en el Parlamento de Holanda este martes para saber «qué salió mal» para que pudiera producirse el suicidio”.
Esa noche después de que me llamaron a la ventanilla y me dieron el documento de identidad de refugiado, me hicieron pasar junto a un iraquí y un sirio a otra zona del extenso centro de acogida.
El frio tocaba los huesos, un hombre de unos 65 años de edad de piel morena, en silla de ruedas y tanto equipaje como una reina de belleza hacia parte de los compañeros con quien tendría que atravesar el centro de acogida.
El iraquí se ofreció a llevar el equipaje y yo empujaba la silla de ruedas del anciano bajo el frió invierno y la oscura noche en el centro de acogida de Ter Aple. Caminamos por cerca de 2 kilómetros pasando cuatro controles de seguridad y tres muros antes de llegar a nuestra siguiente parada.
Luego entramos a otro cuarto donde una vez más era prohibido sacar el teléfono móvil, esperamos por cerca de una hora y tres personas abrieron la puerta blanca para entregarnos sabanas, comida, útiles de aseo y llevarnos a un lugar donde podríamos pasar la noche.
Llegamos a nuestra primera noche de muchas pérdidas en la incertidumbre. Compartí habitación con un sirio llamado Adib. De aproximadamente 35 años llego a Holanda con su esposa e hijos buscando proteger su vida, su padre había quedado como prisionero de guerra en su país.
Esa noche ninguno de los dos podíamos conciliar el sueño así que con extrañas señas y un poco de inglés conversamos. Le hable de Colombia, fue un extraño lugar para el intercambio cultural, era un celda, un lugar donde se salvaba la vida pero se perdía la libertad.
Desde su inicio en 2011, la guerra en Siria ha dejado un saldo de 6,6 millones de desplazados internos, 2,98 millones de personas dentro de zonas sitiadas por los conflictos y difíciles de alcanzar por los organismos de ayuda humanitaria y 13,1 millones con diferentes necesidades.
Estos son los números en la actualidad y a 8 años del inicio de la guerra en Siria, a los que hay que sumar los 5,6 millones de sirios y de sirias que han huido a otros países como Líbano, Turquía o Jordania y también más allá del Mediterráneo como Grecia o Italia.
El 80% de la población siria se encuentra en situación de pobreza a raíz de una guerra que estalló dentro del contexto de la Primavera Árabe de 2011. Primero fueron las revueltas en Libia, Egipto y Túnez. Y luego el conflicto llegó a Siria.
Redacción: Daniel Fernando Mejía Lozano
Fuentes complementarias / citas. Wikipedia, El Mundo.